En los últimos años, desde que se iniciara la crisis, en España, el consumo de bebidas espiritosas (bebidas con contenido alcohólico exceptuando el vino y la cerveza) ha decrecido en más de un 40%. La únicas bebidas que han aumentado su consumo son la ginebra y el tequila.
En concreto, el consumo de gin-tonic en España se ha disparado, hasta el punto de que nuestro país se sitúa en tercera posición, sólo detrás de Filipinas y Estados Unidos en cuanto a millones de litros de ginebra bebidos se refiere.
El aumento de popularidad del gin-tonic ha provocado que en poco tiempo hayamos visto aparecer nuevas tónicas y ginebras., que se han multiplicado en el mercado para complacer a un consumidor cada vez más exquisito.
Los nuevos productos son variaciones sobre los clásicos (aromatizados, con más o menos gasificación, innovadores destilados con mayor número de botánicos, ...) que nos permiten complacer a un consumidor cada vez más exquisito.
Ésta es la primera de una serie de entradas en la que repasaremos su historia y la de sus componentes (tónica, ginebra y botánicos) y os iremos contando curiosidades.
La historia de la tónica
Según cuenta la historia («Recuerdos de Pandora»), más leyenda que historia, todo comenzó en Perú en 1632. La Condesa de Chinchón, esposa de Luis Jerónimo de Cabrera (Virrey de Perú), enfermó de malaria y en la corte consiguieron salvarle la vida gracias a la corteza de la cinchona, convirtiéndose así en la primera europea en superar la enfermedad.
Sea como fuera en realidad, a lo largo de la cuarta década del siglo XVII, las propiedades curativas de la corteza de la cinchona eran conocidas en Sudamérica y comenzó a importarse a Europa, tal y como relata un escrito de Pietro Castelli de la época. Su uso se extendió rápidamente por Europa y a finales del siglo XVII ya estaba reconocido por la Schedula Romana y la London Pharmacopoeia.
El siguiente gran avance en la lucha contra la malaria y el uso de la corteza de la cinchona llegó de la mano de Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou. Estos dos científicos franceses consiguieron en 1817 aislar y extraer por primera vez el principio activo de la corteza de la cinchona, la quinina, para así poder generar medicamentos más fácilmente distribuibles.
Este nuevo medicamento en forma de pastillas de quinina, comenzó a enviarse a las distintas colonias europeas en África y Asia, centrándose en las zonas tropicales, donde la malaria estaba causando los mayores estragos. La dosis diaria de quinina pronto se convirtió en un martirio entre aquellos que se veían obligados a tomarla, a causa de su sabor extremadamente amargo.
En 1783, Johann Jacob Schweppe, joyero de origen alemán residente en la ciudad suiza de Ginebra, depura e industrializa el sistema inventado por Joseph Priestley para introducir burbujas de dióxido de carbono en el agua envasada en botellas. La compañía fundada por Schweppe, a la que puso su nombre, se estableció en Londres, capital europea de la época, donde primero el agua con gas y luego las sodas de frutas hicieron furor.
En torno a 1825, los oficiales de la India, por aquel entonces aún colonia británica, encontraron un modo de hacer sus dosis diarias de quinina algo más placenteras, y comenzaron a disolver las pastillas de quinina en agua, añadiéndole zumo de lima y azúcar.
No fue hasta 1870 cuando, a partir del extraordinario crecimiento que había tenido la producción de jarabes medicinales en la farmacia anglosajona, J. Schweppe & Co tuvo la idea de incluir quinina en la soda carbonatada de naranja para producir agua tónica; emulando el preparado que se hacía sin gas en la India.
Con el paso de los años, y los cambios en la legislación, la cantidad de quinina presente en el agua tónica ha ido disminuyendo y al mismo ritmo su uso terapéutico. Actualmente se usa como refresco y digestivo. De las múltiples tónicas que se pueden encontrar a día de hoy en el mercado, son pocas las que mantienen en su composición quinina y una gran mayoría ha optado por emuladores de su sabor.
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